No es la fuerza la que hace al vencedor

Yakov Rabkin
enero 2005

Publicado en El Milenio (México) en enereo 2005.

No es la fuerza la que hace al vencedor

Yakov M. Rabkin*

Conmemorar Auschwitz es tambien una ocasión para apreciar la diversidad de la vivencia judía que aborrece el pensamiento único. Algunos judíos extraen de la Shoah –el exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que muchos llaman «Holocausto» – una lección simple: es necesario establecer su propio Estado, hacerlo fuerte y conducir hacia allí a la mayor cantidad posible de judíos a fin de poblarlo contra cualquier oposicion árabe. Para ellos, «un judío desarmado es igual a un judío muerto».

Otros judíos ven en la Shoah el peligro que representa un Estado poderoso, que practica la discriminación racial y trasciende la moral individual. Esto explica el papel de los judíos, incluyendo a rabinos de renombre, en la lucha contra la discriminación de los negros en Estados Unidos. Es este compromiso moral que lleva a muchos judíos a solidarizarse con el sufrimiento de los árabes palestinos.

La Shoah golpeó particularmente fuerte a los judíos haredis (que algunos también llaman «ultraortodoxos », un término que implica un juicio y que por eso prefiero evitar). Lo vemos vestidos de negro  en Montreal, Nueva York, Jerusalén y aun algunos en el DF. Antes de llevar a mis estudiantes al Centro conmemorativo del Holocausto en Montreal, yo había pedido encontrarnos ahí con un judío practicante. Sin embargo, según la administración del Centro, los judíos practicantes no figuran entre los sobrevivientes asociados a su centro. Recordé entonces a los judíos haredis en Jerusalén que no se detenían con la sirena que marcaba el minuto de silencio introducido por las autoridades israelíes para conmemorar la Shoah.

Este rechazo parece paradójico, ya que la memoria se encuentra en el centro mismo del judaísmo. Los judíos practicantes siempre conmemoran la destrucción del Templo de Jerusalén ocurrida hace casi dos mil años. ¿Cómo pueden rechazar conmemorar una tragedia tan reciente?

En realidad, ellos la conmemoran pero en forma diferente. Al rechazar la definición racial y «objetiva» del judío que está en la base de la Shoah, ellos afirman que lo que distingue al judío es el libre albedrío que encuentra sentido en un vínculo particular con la Torá que en su forma escrita (Pentateuco, Profetas y Hagiografia) y oral (Talmud y las responsas rabinicas) constituye la esencia del judaismo. Frente a la Shoah, los judíos haredis se sienten interpelados a reforzar ese vínculo.

Permanecer inmóvil, aunque más no sea durante uno o dos minutos, les resulta extraño como ritual. Ellos no se asocian a las conmemoraciones oficiales, que en Israel implica al ejército en el cual, por cierto, la mayoría de los judíos haredis no participan[r1] . Conmemoran la Shoah construyendo escuelas de Torá en todos los lugares donde habitan judíos, en Tel-Aviv, la Ciudad de Mexico o Buenos Aires. Sus esfuerzos rinden frutos: en la actualidad hay más judíos y judías que estudian la Torá que en cualquier periodo anterior de la historia.

Hace algunos años, tres aviones caza israelíes F-15 identificados con la estrella de David y piloteados por descendientes de sobrevivientes de la Shoah sobrevolaron Birkenau-Auschwitz. Al comentar esta manifestación, uno de los pilotos se regocijó: «Es un triunfo para nosotros. Hace sesenta años, no teníamos nada: ni país, ni ejército, nada. Ahora llegamos a bordo de nuestros aviones caza» .

Los judíos fieles a la tradición rabinica conmemoran Auschwitz recordando las palabras del profeta Samuel: «No es la fuerza la que hace al vencedor». Estrechando el vínculo con la Torá y con los valores morales que ella articula, le dan al judío su libre albedrío. Hacen así a un hombre libre, un hombre que puede escoger entre el bien y el mal, a diferencia de los asesinos de Auschwitz que abdicaron de esta opción, al «cumplir órdenes». Es esta misma libertad de escoger de la que querian privar –en el nombre del Estado – a toda la humanidad.

* El autor es profesor de historia en la Universidad de Montreal. yakov.rabkin@umontreal.ca

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