Respuesta a Aguinis publicada en Noticias (Buenos Aires) en mayo 2008.
Anacrónico y amoral
Al presentarme como “controvertido rabino antisionista” al lado de “uno de los más lúcidos pensadores” se cree un prejuicio (“Raíces de la violencia
Debate. Los orígenes del conflicto árabe-israelí y la mirada de dos intelectuales”, Noticias №1676). Me hacen parecer como un vestigio anacrónico en el camino del progreso. No soy ni rabino ni antisionista. Soy pensador independiente, tal vez un pleonasmo porque dudo que un pensador que no lo es sea un pensador. Soy también un judío preocupado por el peligro que representa la substitución de los valores morales de nuestra tradición milenaria por una lealtad incondicional a un estado colonial lejano creado por los que abiertamente querían acabar con esa tradición. Por eso mi libro que explica el fenómeno tan ocultado de la oposición judía al sionismo se ha traducido en ocho idiomas, incluso en Argentina (Martinez Roca, 2008). Lo que sí es controvertido es la pretensión de los sionistas que mi colega israelí Raz Krokotzkin formuló con precisión y brevedad: “Dios no existe, y es Él que nos prometió esta tierra”.
El entusiasmo del Sr Aguinis en cuanto a los bosques plantados “donde sólo había colinas peladas” es no solamente un cliché colonialista pero también una falsedad cínica. Esos bosques fueron plantados para borrar una realidad que rehúsa desaparecer: las plantaciones esconden las ruinas de centenas de aldeas palestinas destruidas. Los sionistas que proclamaron el establecimiento del Estado de Israel en 1948 constituían entonces una menoría, aún bien conectada y activista, en el país. Proclamaron su estado segregacionista contra la voluntad de la mayoría de los judíos, musulmanes y cristianos quienes desde siglos cohabitaban en Palestina en paz. Por eso tenían que recurrir a la limpieza étnica ampliamente documentada. Defender esos actos en el nombre del progreso como lo hace el Sr Aguinis es anacrónico y amoral. Está refiriéndose a un mito usado, no a un país real. Si hubiese argumentado así en un periódico israelí haría reír a los lectores.
Yakov Rabkin
Catedrático de historia
Universidad de Montreal