La conferencia de prensa de Vladimir Putin con los responsables de las agencias internacionales de noticias a principios de este mes, recibió una cobertura mediática importante. Gran parte de la atención se centró en su respuesta a una periodista británica sobre el posible uso de armas nucleares en el actual pulso con Occidente. Pero el escenario no es menos importante: el rascacielos más septentrional del mundo, construido en las afueras de San Petersburgo por Gazprom, el principal conglomerado ruso de petróleo y gas.
El rascacielos se llama Lakhta Centre, por el antiguo pueblito donde se construyó. En 1769-70 se transportó desde Lakhta una gigantesca roca de granito ocho kilómetros hasta el centro de la ciudad para convertirla en el pedestal de la majestuosa estatua de Pedro el Grande, fundador de la ciudad. El poeta Alexandr Pushkin lo llamó el Jinete de Bronce, y así es como los habitantes de la ciudad y los visitantes siguen llamando al monumento desde dos siglos.
Como en esos días se celebraba el 225 aniversario del nacimiento del poeta, tras la rueda de prensa Putin visitó el liceo donde Pushkin había estudiado. Durante esta visita, Vladimir Medinsky, exministro ruso de Cultura, mostró a su jefe un mapa del Imperio ruso del siglo XIX, del que Ucrania forma parte integrante. Medinsky, como se recordará, encabezó la delegación rusa en las negociaciones de paz de 2022, proceso abruptamente interrumpido por la parte ucraniana.
Fue en este mismo poema donde Pushkin acuñó otra expresión, que se ha convertido en un modismo común: «una ventana a Europa». Pedro fundó la ciudad para facilitar el acceso a las ideas, la cultura, la ciencia y la tecnología europeas. Fue Étienne Maurice Falconet, recomendado a la emperatriz de la época, Catalina la Grande, por Denis Diderot, impulsor de la Ilustración en Francia, quien diseñó el Jinete de Bronce. De hecho, la ciudad fue construida originalmente en gran parte por arquitectos franceses, italianos y suizos.
También fue un arquitecto europeo, el escocés Tony Kettle, quien diseñó el rascacielos de 462 metros de altura. La torre Gazprom domina el golfo de Finlandia y simboliza el papel de la ciudad como ventana a Europa. Sin embargo, las sanciones impuestas a Rusia desde 2014 han cortado la mayoría de los vínculos con el resto de Europa. Hoy, un viaje en avión a la capital finlandesa, Helsinki, que antes duraba 52 minutos, tarda casi diez horas, con conexión en Estambul, un desvío de más de 3.000 km. El nuevo Telón de Acero es más hermético que su predecesor de la Guerra Fría. Bajo Stalin, en plena guerra de Corea, los trenes unían Rusia con la mayoría de los países europeos. Bajo Brezhnev, cuando los estadounidenses luchaban contra los soldados vietnamitas equipados por los soviéticos, se inauguraron vuelos regulares entre Moscú y Nueva York.
Mientras que se ha tapiado la ventana de Rusia a Europa, el país se pone de cara al Este. La rueda de prensa se celebró al margen del Foro Económico de San Petersburgo, un evento que solía atraer a decenas de líderes europeos, así como a secretarios generales de las Naciones Unidas y presidentes de la Comisión Europea.
Este año, el foro acogió al mismo número de participantes, más de 21.000 personas de 139 países, pero principalmente del Sur global, donde vive la mayoría de la población mundial. De Occidente asistieron menos personas, ya que las sanciones están perturbando las relaciones económicas y los gobiernos occidentales están desalentando la participación. En un caso, tres agentes estadounidenses armados y uniformados impidieron embarcar en Nueva York a un estadounidense que se dirigía a Estambul y San Petersburgo, y le confiscaron el pasaporte, al parecer por orden del Departamento de Estado.
El foro de San Petersburgo encarna la evolución del mundo actual. Lo que en un principio pretendía castigar a Rusia aislándola de sus socios occidentales ha resultado ser una bendición disfrazada. Según el Banco Mundial, el crecimiento económico de Rusia este año es superior al del resto de Europa. Es más, el dinamismo económico se encuentra en la parte oriental del continente euroasiático, mientras que su periferia occidental, en su mayoría miembros de la Unión Europea, sufren de una ralentización económica.
Resulta irónico que este pivote hacia el Este se ponga de relieve en un acontecimiento que se celebra en San Petersburgo, una ciudad apenas más alejada de Montreal y Nueva York que las fronteras orientales de Rusia. La otrora ventana a Europa se convierte en una puerta abierta a Asia.